¿Alguna vez te ha sucedido que algún dispositivo electrónico se descomponga en un periodo relativamente corto desde su compra?
¿Estás cansado de comprar cables nuevos para cargar tu celular, debido a que se desgastan con facilidad?
¿Te ha sucedido que, debido a una actualización en alguno de tus dispositivos, éste se vuelve “inutilizable”?
¿Tu computadora se ha descompuesto, justo después de que su garantía se ha vencido?
Si has respondido a alguna de estas preguntas no estás solo, eres una víctima más de la obsolescencia planificada. El mecanismo secreto en el corazón de nuestra sociedad consumidora.
Desde la década de 1920, la obsolescencia planificada ha marcado nuestra vida de consumidores, cuando los fabricantes empezaron a reducir el tiempo de vida de los productos para incrementar la demanda del consumidor. Los diseñadores e ingenieros empezaron a adoptar nuevos valores y objetivos, regresando a la pizarra para tomar un producto y “re-diseñarlo” para que fuera más frágil.
En 1895, Adolphe Alexandre Chaillet fue el ingeniero eléctrico francés que inventó un filamento para la bombilla o “foco incandescente” como nosotros lo conocemos. Éste filamento fue diseñado para durar años y años, tanto así que actualmente uno de ellos sigue encendido desde 1901, ¡Más de 100 años! Le han apodado “La luz centenaria” y se encuentra en una estación de bomberos en Livermore, California.
El humilde foco fue la primera víctima de la obsolescencia planificada. En 1924 se firmó el Cartel Phoebus; un acuerdo entre las compañías que fabricaban bombillas en ese entonces, de los cuales destacan Philips y General Electric con el propósito de controlar la fabricación y ventas de éstas.
La bombilla en un principio fue diseñada para durar un lapso de tiempo decente, que podía llegar a ser de 2500 horas continuas. Sin embargo el Cartel Phoebus redujo este tiempo a 1000 horas, obligando a las compañías a diseñar un filamento aún más frágil para cumplir con el acuerdo. Evidentemente, este cartel provocó un aumento en las ventas de las bombillas mejorando la economía.
Con el tiempo la obsolescencia planificada fue “evolucionando” de manera que no solamente estaba implícita en la manufactura y/o diseño del producto en sí, sino que también empezó a ser efectuada debido a las nuevas tendencias sociales.
En la década de 1950 tanto hombres y mujeres estaban más interesados en aspecto de las cosas, a lo que era nuevo, bello y avanzado de manera que, se fue creando la tendencia de obtener el “último modelo” de las cosas.
Actualmente esto sigue vigente. En el 2001 la compañía Apple anunció el primer iPod, todo el mundo estaba emocionado por esta nueva tecnología, la capacidad de almacenamiento del dispositivo, la portabilidad, entre otros. Sin embargo la batería sólo duraba 18 meses sin posibilidad de intercambiarla, la solución que daba el servicio técnico de la compañía era que “compraran un nuevo dispositivo”. Asimismo la obsolescencia planificada es complementada con las tendencias sociales como se mencionó anteriormente. Cada año salen a la venta nuevos teléfonos inteligentes o “Smartphones” que sin duda tienen miles de veces el poder computacional de la mismísima computadora del Apollo 11, que llevo al hombre a la luna. Sin embargo la misma sociedad discrimina las viejas generaciones de éstos y decide categorizarlos como arcaicos, viejos, obsoletos.
De cierta manera la obsolescencia planificada genera empleos, gracias a ésta existen los técnicos, los diseñadores, los centros comerciales, los guardias de seguridad (para proteger estos bienes), etc. Todo esto por el “bien” de la economía.
El crecimiento acelerado de los productos de la era digital aunado a la obsolescencia planificada genera (como era de esperarse) demasiados desechos, con un gran impacto negativo en el planeta. Miles de dispositivos obsoletos son tirados a la basura, con componentes electrónicos tóxicos para el ambiente sedimentándose en la tierra, contaminando ríos, lagos y mares. Físicamente el espacio para almacenar estos desechos se ha agotado.
Existen grupos de personas que “desafían” a éste fenómeno reparando o aprovechando los componentes de sus dispositivos cuando éstos deciden fallar, o cuando su tiempo de vida ha “expirado”, ahora la pregunta es la siguiente:
¿Qué tipo de persona eres tú?
¿Seguirás las tendencias marcadas por la sociedad y las industrias de comprar algo nuevo cada vez que algo se descomponga? o ¿intentarás repararlo y aprender en el proceso?